Me dispongo a extraer fragmentos de la Odisea, relacionados con Nausicaa, con la finalidad de comprobar la verosimilitud de la miniserie de dicha obra.
CANTO VI
Por su casa adentróse la diosa ojizarca
Atenea meditando el regreso al hogar del magnánimo Ulises. Era un cuarto de
ricos primores: en él reposaba una joven que en talle y belleza igualaba a las
diosas, por su nombre Nausícaa, […] se hallaban cerradas las espléndidas
puertas, mas ella, cual soplo de brisa penetrando hasta el borde del lecho,
tomó la figura de la hija del nauta Dimante, […]. Bajo tal apariencia le habló
a la ojizarca Atenea: […] Olvidados están tus preciosos vestidos y el tiempo de
tu boda se acerca; bien lindos tendrás que llevarlos ese día y cuidar que los
leve el cortejo. […] Vamos, pues, a lavar con la aurora; […]
La princesa en su juego acababa de echar a
una sierva la pelota, que errando fue a dar a una gorga del río: reciamente
gritaron las mozas y Ulises a ello despertóse y sentándose habló de este modo
en su alma: “¡Ay de mí! ¿Qué mortales tendrán esta tierra a que llego?
¿Insolentes serán y crueles e injustos o al huésped tratarán con amor y habrá
en ellos temor de los dioses? […] Tal diciendo salió de las ramas Ulises
divino, con su mano robusta tronchó de la selva un retallo bien frondoso y,
cubriendo con él sus vergüenzas viriles avanzó […] las mozas escapaban
dispersas al mar por las lenguas de tierra. Firme sólo se quedó la nacida de
Alcínoo, que Atena fortaleza le puso en el alma y echó de sus miembros el
temor.
SERIE
Nausicaa encuentra en la playa a Ulises,
quien ha naufragado. Ulises: Estaba vivo, destrozado por las olas de Poseidón,
aunque todavía estaba lejos de Ítaca, pero estaba vivo. Había llegado a Feacio,
tierra de marineros y pescadores. Dudando si sería bien recibido fui conducido
al palacio del monarca, el poderoso rey Alcinoo.
CANTO VI –
CANTO VII
De sus negros navíos trabajan allí el
aparejo, a los remos les dan pulidez y hacen velas y amarras, […]. Evitar
quiero yo sus amargas hablillas, no sea que murmuren después, […]: ‘¿Quién es
ese extranjero tan alto y hermoso que sigue a Nausícaa y en dónde le halló?
¿Por ventura su esposo vendrá a ver? […] Estas cosas dirán y serán sus palabras
oprobio para mí, […]. Más tú, huésped, atiende si quieres tener lo más pronto
de mi padre socorros y guías que a casa te lleven: aledaño al camino verás el
espléndido bosque de Atenea, […]. Permanece sentado tú en él, que podamos
nosotras tras cruzar la ciudad llegar solas a casa; y al tiempo que calcules
que estamos ya en ella, tú mismo el camino tomarás otra vez […].
Levantándose Ulises divino marchó a la
ciudad y Atenea previsora virtióle en redor densa niebla, no fuese que un
feacio insolente, viniendo por caso a encontrarle, se burlase en palabras de él
o inquiriese quién era. A adentrarse iba ya por aquella ciudad admirable
cuando, al paso saliéndole Atena, […] y Ulises divino le dijo: “Hija mía,
¿querrás conducirme a la casa de Alcínoo, el monarca que rige este pueblo y sus
gentes? […] Contestóle a su vez la divina ojizarca Atenea: “Yo te voy a decir,
padre huésped, cuál es esa casa que me pides que te muestre, […]”.
SERIE
Ulises, junto a las esclavas y Nausícaa, que
viaja en carro, van hasta la residencia del rey de los feacios. Ulises: Dudando
si sería bien recibido fui conducido al palacio del monarca, el poderoso rey
Alcinoo.
CANTO VII
Por la casa marchó aquel Ulises, […],
postrándose el héroe, abrazó las rodillas de Areta […] “Noble Areta, nacida del
héroe Rexénor, yo vengo a tus pies, a tu esposo, a estos hombres que están a tu
mesa, tras sufrir mil trabajos: […], mas a mí dadme ayuda, que vuelva al país
de mis padres prestamente: ¡padezco hace tanto sin ver a los míos!” […]. En
silencio quedaron los otros, mas al cabo rompió el anciano varón Equeneo, […]:
“Ciertamente, ¡oh Alcínoo!, no es grato ni honroso que un huésped se nos siente
por tierra [..] anda, pues, pon al huésped en pie y un sillón aquí ocupe
tachonado con clavos de plata; […].
En la sala sentado quedábase Ulises divino
en compaña de Arte y Alcínoo, […]. Y dejándose oír dirigióle palabras aladas:
“Extranjero, ante todo querría preguntarte: ¿quién eres? ¿De qué gente y país?
¿Quién te dio esos vestidos? ¿No has dicho que arribaste a estas tierras
errando a través de las olas?”. Contestando a su vez dijo Ulises el fértil en
trazas: “Es difícil, ¡oh reina!, contar por menudo los duelos que por miles me
han dado los dioses olimpios y voy a explicarte no más lo que quieres saber
[…]”. Mas Ancínoo dejándole oír contestó de este modo: “[…] siendo tal cual
eres y acorde también tu sentir con el mío, a mi hija tomases de esposa y con
nombre de yerno a mi lado quedaras: […] te enviaremos mañana e irás en el lecho
entregado al descanso y al sueño; ellos han de llevarte en bonanza a tu patria
[…].
CANTO VIII -
CANTO IX - CANTO XIII
Una vez que en la gran asamblea estuvieron
reunidos, el primero de todos Alcínoo tomó la palabra: “Escuchad, regidores y
jefes del pueblo feacio, y sabed lo que el alma en el pecho me impulsa a
deciros: Este huésped –no sé quién él sea- llegó hasta mi casa vagabundo e
ignoro si vino de pueblos de oriente o de ocaso; nos pide socorro en su ruta.
Veamos de prestárselo, pues, como siempre lo hicimos con todos […]”.
Escuchad, regidores y jefes del pueblo
feacio. […] nuestro huésped no deja de dar lastimeros sollozos y algún grave
dolor le acongoja, sin duda, en el pecho. […] Tú, huésped, no me ocultes con
trazas astutas aquello que quiero de tu boca saber, que a ti cumple también
declararlo. Habla y di cómo allá te llamaban tu padre y tu madre, tus vecinos y
aquellos que habitan los pueblos cercanos. […]
Soy Ulises Laertiada, famoso entre todas las
gentes por mis muchos ardides. [….] Alcínoo tomo la palabra diciéndole:
“Ulises, una vez que has venido a mi casa […] no pienso regreses de nuevo
vagabundo por muchos que fueran tus males pasados! […] luego Ulises traspuso el
umbral del palacio, mas Alcínoo un heraldo delante mandó que de guía le
sirviese hasta el mar y el paraje en que estaba la nave.
SERIE
Una vez en palacio y tras participar Ulises
de la fiesta Alcinoo le dijo: “He
compartido contigo mi comida. Ahora quieres decirme cómo te llamas?. A lo que
Ulises contestó: “No puedo, una maldición ha caído sobre mi nombre. El
pronunciarlo solo te causaría dolor”. Alcinoo continuó: “Sólo conozco un héroe
perdido que ha podido sobrevivir a la maldición de los dioses, es el astuto,
Ulises”. El asombro se apoderó del palacio, y Ulises confirmó: “Ese soy yo”.
Alcinoo admirado declaró: Nunca soñé ver a Ulises en persona, es un honor para
toda Feacio que un héroe como Ulises de Ítaca se siente entre nosotros. Te daré
mi mejor barco repleto de regalos y comida y a los mejores marineros para que
te lleven a salvo a casa. Finalmente, Ulises reflexionó: Los feacianos me
llevaron hasta Ítaca pero fue Poseidón quien me permitió continuar mi viaje
para que meditase mis palabras, comprendí que yo no era mas que un hombre en el
mundo. Ni más, ni menos.